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sábado, 21 de junio de 2008

La expresion de la Inteligencia artificial

La expresión "inteligencia artificial” (abreviada IA) suele aplicarse a la reproducción de los complejos procesos cognitivos que caracterizan al comportamiento del hombre, con el fin de volver más útiles a los sistemas informáticos.

Pero, a pesar de que esta disciplina ha sido capaz de imitar eficientemente algunas de las funciones "superiores” de la inteligencia humana como el razonamiento, la resolución de problemas, la toma de decisiones y la manipulación y el almacenamiento de enormes cantidades de datos; todavía no pudo duplicar el sentido común de un niño de corta edad ni la capacidad sensomotora de un vulgar insecto.

Y es justamente la ausencia de esta última habilidad lo que limita su capacidad de desarrollo. De la misma forma que la mente de un niño seguramente se atrofiaría de modo irreversible si fuese encerrado en una celda sin contacto con el mundo, la ausencia de comunicación directa con la realidad exterior de los sistemas de IA —hasta ahora— no les ha permitido desarrollar todo su potencial.

A fin de que participen activamente del "mundo humano”, se necesitaría que las máquinas puedan reconocer su entorno, aceptando información en formatos muy variados y no sólo estandarizados.

Aunque todavía en una situación incipiente, los dispositivos análogos a los sentidos humanos comienzan a estar presentes en las máquinas, tornándolas mucho más efectivas. De esta manera, las "computadoras inteligentes” ya pueden conversar con personas en lenguaje natural y reconocer la escritura manual o las imágenes, aunque dentro de un entorno muy restringido, acotado, específico, limitado.

Por ejemplo, estas máquinas pueden reconocer la voz humana, pero es necesario hablarles con una entonación correcta; también pueden sintetizar voces en varios idiomas, con diferentes entonaciones fonéticas (hombre o mujer, niño o viejo), y en diferentes estados psicológicos (irritación, ansiedad, o miedo, entre otros), aunque sus registros sonoros carecen de la calidez típicamente humana.

Incluso, son capaces de traducir frases simples, pero se descarrilan por modismos, metáforas o expresiones no gramaticales. Asimismo logran distinguir imágenes y reconocer objetos diseñados, siempre y cuando estén claramente resaltados del fondo.

El empleo de sensores supone una ventaja considerable para las inteligencias artificiales, ya que tienen mayor sensibilidad y precisión que los sistemas sensoriales del hombre. Incluso pueden medir variables extrañas a éste, como las radiaciones energéticas o concentraciones de sustancias químicas. No obstante, para interactuar adecuadamente con el mundo real en general, y con el ser humano en particular, se necesita algo más que simples sensores.

Las personas nacen con sistemas sensoriales apropiados para recibir señales, con un cerebro adecuado para procesarlas y adquieren rápidamente el conocimiento necesario para comprenderlas. Pero nacen sabiendo muy poco y sólo después de bastante tiempo logran aprender a construir una casa, a diseñar un automóvil o a diagnosticar una enfermedad; para ello se precisa acumular suficientes conocimientos durante muchos años.

Aparentemente la destreza (o la inteligencia, si se quiere) no depende tanto de los métodos de razonamiento, como se creía antes, sino fundamentalmente de la capacidad de utilizar —en formas diferentes— grandes cantidades de conocimientos, de varios tipos. Pero la mera acumulación de información no sirve; lo verdaderamente útil es la competencia para actuar, para saber aplicar ese conocimiento. Pero para eso, uno debe "interiorizarlo”, a fin de que pase a formar parte de uno mismo.

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